lunes, 9 de enero de 2012

Puedo sentir el sabor del océano en tu piel

Puedo sentir el sabor del océano en tu piel. Siento la cerveza en mi boca y el pescado en tu ombligo. Sabe a ceviche y a limón. Al diablo el estómago y su ardor. Me arden los ojos al besar los tuyos. Se nos meten las rocas de la playa y el calor de la isla, la brisa que nos hace movernos más rápido hacia arriba, hacia el volcán. Me abrazo a vos. Te veo. Has acumulado grasa para abrazarme. Te has hecho isla en masculino, atolón: rotundo, grande y protector. Me envolvés como envuelven las manos. Siento en vos extremidades y colores. Se me ocurren cosas que escribir pero no puedo, tengo las manos ocupadas y la tinta gastada. Imagino que así como estamos, juntos, podemos extendernos hacia extremos contrarios. Nuestros pies tocando la marea a un lado; nuestras manos tocando la marea del otro. Todos llenos de espuma, burbujas y arena.

Encuentro la casa con el desorden de anoche. Me fumo un cigarro viéndote dormir, roncar. Escucho cada ronquido. Puedo rastrear su origen hasta el humo que te tragaste. Las palabras que me decías con lágrimas en los ojos. Apenas puedo ver tus ojos. Los míos no me alcanzan.

Puedo sentir el sabor del océano en tu piel.

También siento el olor de las escalas, los asientos de los aviones, puedo ver en tu pelo las marcas del sol, de los atardeceres. Quiero ver el mar con vos pero vos te vas a tu cuarto. Mañana me voy, pero quiero ver el mar. El mar me dice que ya no estoy ahí. Que hace ratos me fui. No quiero entrar y verte hoy, me quiero dormir en el sillón de la sala y escaparme en la mañana, antes de mi vuelo. Quiero un barco, no un avión. Quiero escapar en silencio como escapa una mariposa de entre los árboles.

Apenas se escucha el aleteo.
Solo queda el sabor en la boca.
El sabor del mar y de la espuma y de la espuma de la cerveza.
Y no me lo quiero quitar.

Se me queda en la boca y la boca se me hace nueva, brillante, táctil: la boca se me hace tu piel.

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