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domingo, 14 de agosto de 2011
Querido Rostam:
Tengo tantas cosas que contarte. Te he dejado lejos, en punto suspensivo. Plancho mi ropa de vez en cuando, y pienso en vos. Nunca la doblo, me quedo pensando. Me pongo borracho, me acuerdo de tus cejas. Jamás te besé pero sé que besás bien. Jamás toqué tus manos pero las siento gastadas por las cuerdas de la guitarra, las puntas de los dedos pasando por mi brazo con pequeños callos que raspan tan rico, tan musicales. Te extraño porque no te conozco y solo te recuerdo en escenarios. Quiero verte en la calle y ser común y corriente con vos. Quiero ir al mercado y comprar tomates, redondos y rojos. Quiero que discutamos el clima y la lluvia de la tarde de ayer y las canciones que canta Thom Yorke. Quiero sentarme en un parque con grama verde, natural, con el sol en la cara y los lentes de sol en las maletas. Quiero besarte públicamente y que digan, al pasar, "qué felices se ven esos dos gorditos morenitos, besándose". Quiero que al jalar tu pelo me quede caspa en las manos. Quiero encontrarte un defecto. Se que tu voz baja y la mía se van a enamorar. Falta tanto para que eso pase pero mientras, yo, sigo guardando cosas para contarte. Para encantarte con las historias y emborracharte con Carlsberg o Pilsener (visitame, Querido Rostam, visitame) y luego quedarmos dormidos solo para levantarnos con erecciones húmedas a las 4 de la mañana y tener sexo ruidoso (los vecinos, que se aguanten). No le cuento a nadie todo lo que me pasa o el tamaño de mis heces o su forma o color porque todos esos detalles los estoy escribiendo para contártelos a vos. Tengo tanta cosas que contarte, Querido Rostam, porque nunca te he contado nada. Cuando hablemos por primera vez construiremos juntos la conversación más larga y hermosa del mundo.
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