lunes, 24 de abril de 2017

Praga me saca la lengua

Tuve este sueño en el que bajábamos a la playa escuchando “Alaska” de Maggie Rogers. El paisaje me es familiar porque lo he viajado decenas de veces: los cables colgando de los postes, los árboles como sabanas y los autobuses llenos de gente sin hambre pero con dolor en el estómago. Me da miedo pero me relaja ir sin manejar: mi hermana al volante, mi mamá en el asiento del copiloto. La ventana está limpia y puedo ver todo claramente. Sigo el ritmo de la canción, electrónico y natural, murmuro las letras, bajo la ventana y el aire caliente, el eructo con cerveza, el señor con el caballo y el supermercado grande, con McDonald’s, Pollo Campero, una cervecería nueva, el sabor de los sorbetes, el camino hacia los colegios de los niños católicos. Las montañas se abren y de repente la veo: el agua, azul y pegada al cielo. La canción termina, el tráfico se detiene, despierto y tengo la canción atrapada en la lengua.


Afuera llueve y Praga me saca la lengua, burlona.

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