domingo, 16 de octubre de 2016

Primerizo


No me digás que no querés porque las manos las tenés húmedas de los nervios y veo lo emocionada que estás cuando me contás de tus notas, de tu nuevo teléfono, del chucho del vecino. Que te saluda cada vez que te ve y que estás aprendiendo guitarra. Yo veo como las manos te suben de la cintura a la mejilla y veo que la quijada se te pronuncia extraña, que tus labios son pequeñitos y delgados y que el bigote se te cae igual que el pelo. Veo los ojos pronunciados y las orejas con pelos y el pelo largo y la panza que te salta del jeans. Me decís que tenés calor y que los pies te huelen mal y que te da pena quitarte los zapatos. Te los quito y te apestan.

Nos recostamos y las sábanas que mi mamá lavó ayer son de flores. 

No pongás música, me decís, te quiero oír roncar. Pero vos te dormís primero y me toca a mí otra vez estar en YouTube todo el rato y pongo suaves los audífonos y me río suavecito y te oigo respirar fuerte como teniendo pesadillas y vuelvo a verte y los pies se te mueven como que vas caminando, escapando de algo y me da miedo despertarte porque es mala suerte y me doy la vuelta y oigo el pujido y escupo saliva gruesa y se me acaba la carga del teléfono y vos seguís dormida, como perdiendo el color, como con falta de aire y yo no puedo voltearme veo la manija de la puerta, la ropa en el suelo y de repente te quedás callada, como muerta. 

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