Lo conocí en el camino de lodo y me ofreció uno de sus cigarros. Yo le dije que no fumaba y me dijo que me enseñaba. Nos fuimos detrás de unos árboles y el olor a naranja se me metía en la nariz y él usaba colonia de la tienda de los Muñoz. No pagué por la botella, me dijo, que contenía alcohol y un vago olor a plástico o a carro nuevo. Yo le dije lo andás en la bolsa y me dijo que sí, se sacó el bolsón de la espalda lo puso en el suelo y cuando se agachó le alcancé a ver el calzoncillos, blanco, con las letras CALVIN KLEIN y un agujero que entreveía un pelo y se levantó y moreno no me dijo nada y disparó dos veces el atomizador y yo tosí, todavía con el cigarro apagado.
Lo vi un par de veces después de ese día y siempre llevaba el mismo perfume, fumando, sin verme.
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