¿Cómo iba la biblia? ¿Cómo es el padre nuestro? Me acuerdo de las bodas y de la gente y de las repeticiones y las manos en el aire. Las manos las tengo cansadas. El catéter pesa, pesa como el agua de una tormenta adentro de una nube. Siento que me sale y rebalsa y hace un charco en el suelo, como se hace cuando vomito. Al baño. Luego camino y la enfermera me sonríe. Bonita, la enfermera, nalgona y bonita. Me ve con sus ojos pintarrajeados y yo la abrazo, quieta, como si fuera mi mamá, una de mis hermanas, una de mis tías. La abrazo y en ella encuentro huesos familiares y los senos. Quiero chupárselos pero se que no es correcto. Ella no es mi mamá, es una enfermera, a pesar de que lleva el mismo nombre y puedo sentir el corazón de un feto latir en su panza. Los pasillos. Decorados con flores. Las flores las hizo el señor y el señor me hizo esto en el cuerpo. Mi cuerpo no es el mismo. Es el mismo, pero diferente. Me cansa caminar y me siento en el pasillo a llorar. Comienzo un rosario y uso el tubo que conecta la medicina con mi cuerpo como cuentas de un rosario. Las toco y les doy vuelta y mi abuelita se me pone enfrente y me dice bicho culero. Agárrese los huevos y muérase con ganas, que ha eso ha venido aquí. En mi cuerpo y dentro de él caminan lagartijas pequeñitas y chicharras que hacen ruiditos como besos. En mis ojos los ojos de una aurora. La veo volar hacia otro cuarto y el pitido de un código rojo y todas las enfermeras corriendo.
Pronto yo.
Al Pacino, Meryl Streep y Sharon Stone. Todos muertos. Abrazo sus fantasmas y platico de sus estrellas en el paseo de la fama y sus nominaciones al Óscar. Me carcajeo.
Pronto yo.
La medicina ha hecho todo lo posible. Dejo al mundo con la carga de curarme y enterrarme. Mi cura es la cremación. Veo las paredes y dan vueltas alrededor de mí y duermo. Despierto en la cama, sudando, preocupado, la televisión nacional y un programa de entrevistas en la televisión. Un quinto lugar en Miss Universo.
Pronto yo.
¿Cómo iba la biblia? Se que iba del perdón de los pecados. Hago cuenta de los míos. Imposible perdonar tantos en tan poco tiempo. Tarareo una canción de las que cantaba en el colegio, con tanto pene joven y bonito del Santa Cecilia. En el baño los tenía en mi boca mientras los padres llamaban a formar una fila. La vez de la diarrea en toda la pared. La vez que me enseñó su pene giratorio en su ingle aquella vez en el retiro y me pusieron una rana verde en mi cara. Cuidado con la leche. Esa rana ya está muerta.
Pronto yo.
Confío en la ciencia o en la religión pero se siguen muriendo alrededor mío como dominós. Los veo caer y me empujan, mi espalda apenas resiste. Pronto yo y abrazo la almohada, que me protege como los músculos de todos los hombres que abracé.
Ellos ya. Pronto ellos.
Me tiro al suelo y suelto el catéter, que hace que empiecen los pitidos y los gritos y las enfermeras corriendo. Yo no estoy muerto, no me estoy muriendo. Mañana voy a salir, dicen, me dice con una sonrisa. El doctor ve las páginas y las pasa y me sonríe. Pronto saldrá, usted. Aquí no hay salidas. Aquí entré para no ver otra vez el tráfico de la ciudad o los redondeles remodelados o las caras de los niños de las marginales o tomar otra cerveza. El sabor de la cerveza y las hamburguesas. Las siento en mi boca y es como si estuviera comiendo mi última comida de condenado. Siento el sabor a pesar de que mi lengua está podrida.
Pronto yo.
Me dicen que me vaya. Quizás vaya a una iglesia. Me hinque y me arrastre hasta el altar goteando sangre y sudor. Así se regresa, ¿o no? Así se regresa o adentro de una ballena o en una fosa con unos leones. Así decía la biblia. Así lo aprendí de pequeño.
Aprendí las oraciones y las canciones y las peticiones y aprendí que todos venimos aquí a morir, como me dice mi abuela, a mi oído. Aprendí un montón de cosas y las recito en mi mente aunque mi mente está acabándose. No encuentro las tildes en las palabras, que se me hacen errores e innecesarias. Dejo de hablar. Aprendí que primero viene el silencio, luego un par de luces y luego la explosión del corazón. Aprendí un montón de cosas de pequeño, la suciedad y las bacterias y los antibióticos. Aprendí que todos venimos a esto, aprendí que pronto ellos, pronto las enfermeras, pronto los doctores y los políticos y los niños sonrientes y pronto los cantantes y pronto también, las lagartijas y pronto las auroras.
Aprendí que pronto yo. Y estoy contento. Estoy sonriendo y quiero que pronto yo pero pronto con una sonrisa. Me dicen que me vaya pero yo no se adónde ir. Salgo a la calle y la veo llena de gente que pronto ellos. Para qué seguir caminando. Me quedo dormido, tirado en la acera, solo esperando.
"Pronto él", pasa diciendo un montón de gente. Y tienen razón.
Pronto yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deje su opinión aquí, sea buena o mala, pues.