Hay rayos debajo del árbol y arriba de las hojas y ella se sienta calmada a morder una manzana. yo la veo desde el asiento del carro y la adivino rubia, sola, pequeña.
Me acerco.
-Dame manzana
-No
-Dame manzana
-No
Aquí no hay serpientes ni dios y me siento a la par y le toco la pierna, que se dobla renuente, que me dice
-Ni manzana ni eso
-Sí
-Ni manzana ni eso
-Sí
Derrotado, me levanto y me voy al carro. Ella me tira la semilla y me golpea la cabeza: le sonrío, le grito ¡Newton! y se carcajea, que me vaya, sí me voy, que me vaya, sí me voy.
Pongo la radio y canta una rubia y me toco los huevos que se me han endurecido y noto mis pantalones mojados, la calle arrugada.
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