Vi los molinos
con vos, me abrazaste con el viento levantando nuestras camisas, transparentes,
de mujer. Somos hombres: con el dulce en la boca, el lápiz prendiendo de las
manos y escribiendo juntos en la libreta, anotando de estos días en La Mancha:
ridículos, avinados, con huevo y tortilla, con dolor en la garganta.
Me enfermé por
esos días como no me había enfermado en años. Te dije: no me he enfermado así
en años. Tu madre me puso un trapo caliente en la cabeza como lo hacía mi mamá
y sus manos me recordaban a las tuyas. Tenés manos de mujer, te dije, manos de
madre, cuando me tocan los pezones siento que tus uñas son uñas femeninas y te
las quiero pintar, comer, masticar, tragar, triturar.
Me gusta cuando
te quedás callado frente a los monumentos y me contás cosas de ellos, yo
estornudando, vos con fiebre.
Nos cuidamos
juntos las flemas y nos tragamos las palabras innecesarias de reclamos. Vos me
la pasaste, yo te la pasé. Nos vamos al
mercado en sillas de rueda y nos compramos flores sin decirnos nada mientras
nos empujan la Lola y la Mercedes y cuando llegamos a la casa nos quedamos
dormidos viendo el noticiero y en la mesa dos magdalenas sin comer, el café
helándose, las servilletas arrugadas.