jueves, 30 de mayo de 2013

Los globos y la música, suaves al tacto. La gente y el colocho, doblado y guardado para más tarde. El pastel, lo que quedó, me lo como en el suelo. Me tomo la cerveza también, y el sabor no va. Programa una alarma y se que va a sonar a la hora de tu llamada. No voy a distinguir entre eso y tu voz y me vas a sonar a reloj cacófono o a gallo o a canción. Afuera, el dichosofui, pájaro célebre en la literatura y que abre la madera con su pico. Vos, con tu pico, me picás; yo me siento permanente, lista incompleta y llego a los puntos suspensivos. Me suspendo hacia el suelo y levanto la barra, me como mis dátiles y el póster, doblado, descansa sobre mi cama. Las hormigas comienzan a escalarme y me pican las piernas y las dejo; me gusta. Eventualmente me da sed y les echo agua encima. Mi piel absorbe todo, me rasco, te pienso.
Le cuento de vos a todo el mundo que quiere escucharme y al teléfono también. Comienzo con la historia pequeña de la mirada y la mesa y luego se vuelve grande, con vuelo y hélice. Me pongo a contar y se me hace fabricado, todo, ficticio, magiconería y mariconería. Veo el reloj y celebran el cumpleaños de alguien y suena música de oficina de gobierno y la crema agria que eructa la recepcionista me llega hasta aquí. Este ambiente, les digo, este ambiente no es fértil para gente como yo.

Les cuento a todos y les hablo sobre vos, sobre la forma en que te movés y te aparecés por las calles y por las texturas de mi cabeza. Y así, mientras cuento, ataranto a la gente y la gente se duerme y me quedo despierto con la boca abierta y las historias saliendo y me acuerdo de aquél cuento de los sapos que salen por los labios y te me hacés sapito lindo boquita de trompetita pequeñita adorable y les escribo un mensaje para contarles y no me oyen porque dormimos y es de noche y no estás.

viernes, 24 de mayo de 2013

Revista, Correo, El Pan

Recorro acelerado, con miedo, terrible barrio y terrible ciudad. Aquí los mangos son baratos y los tacones son altos. Voy hacia las cámaras y las fotografías y me acerco a los cuerpos. Veo: las luces. Escucho: los clics. Pregunto por ahí adónde está el baño. A estas cosas solo vengo para tener un lugar adonde orinar. Me dicen que está cerca de los vagones. Yo veo los vagones y quiero mear las llantas. Aquí quedaría bien un museo, lo último que oigo. Me alejo de la voz y la orina gotea los pantalones. Me acerco y el olor mingitorio me endurece los pezones.

Cuando regreso, aliviado, me aparto un poco de los charcos de otros y veo, desde ahí, que ya comenzaron a guardar las cosas.

Qué bien, digo, qué bien que ya estoy vacío.

jueves, 23 de mayo de 2013

Ya conozco el sonido de la primera guitarra y ya se el sabor de la primera cerveza. Ya se el sentido de ir subiendo y luego bajar, inevitablemente. Estoy acostumbrado al proceso, al latido, a las calles. El asfalto lo tengo memorizado, las ramas se mueven, pero los árboles siguen. Conozco esta ruta y esta gente y el señor del perro blanco. Comienzo a ver la ciudad como acera y no como carretera. Puedo detenerme a leer los versos bíblicos y caigo en rodillas, entre el maicillo que dejaron los costales y frente al taller

y escuchar los martillos martillar y las llantas rodar y la gente hablar y la música: la música: ya conozco el sonido de todo esto y la ciudad la llamo propia, le pongo olores y tonos, sabor y textura.

Es rica; sabe bien.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Together

Profeso un par de palabras antes de despertarme; me lastimo los dientes masticando el hielo y sirvo en la mesa un par de panes de ayer y las tostadas que dejamos medio masticadas en el suelo. Me pongo genérico, sensual: te veo a los ojos y te digo, es hora de acostarnos en las sillas. Me cosés los parches de las camisetas y abrazo al gato: peludo, oloroso, sin bañar. Me lloran los ojos, siempre he sido alérgico, pero lo quiero; sabés, vos sabés que quiero todo lo que me hace daño.

Me levanto y voy a orinar, orino con la puerta abierta: a vos también te dan ganas pero sos tan imprudente que te orinás ahí mismo, en la silla, y las gotas de tu orín, oloroso, alérgico, caen al suelo y hacen un charquito que el gato comienza a lamer y antes de irme me meto un pedazo de tu pezón en la boca, luego el queso duro y el pan tostado y me trago dos Tic Tacs y enciendo mi primer cigarro y toso, toso:

le agarro la pierna al gato con la puerta y el grito me hace gritar y la vecina, esponjosa, egipcia, maquillada, splash Bath & Body Works me sonríe y yo: buenos días con migajas cayendo de la boca.

-Es que ve, llevamos una vida desordenada, pero así felices.

Y se va por las gradas, evitando el elevador. Entro, nivel 0: me pongo a cantar la canción.

martes, 21 de mayo de 2013

Yo que antes no podía cocinar espárragos, te digo, pero ahora sí. Los pongo a cocer y me los como, los hice yo: en revuelto o con pollo o con nueces o con más espárragos o con papas. Me pongo y me los se cocinar, ya no los tengo que comer en lata: los míos son crujientes, sí, no me quedan mojados ni acuosos ni a punto de deshacerse: me gusta el cronch.

Yo que antes no sabía de espárragos, ves, pero ahora se de eso, de tu pelo y de tu nariz; conozco de los tallos y de falos.

Gracias por enseñarme a cocinar.
Hoy es el cumpleaños de _________________________________
y así, lleno la línea con tu nombre y te felicito. Porque eso es lo correcto, se le felicita a uno. Entre charcos y puddles te felicito, entre idioma e idioma y escucho. Las pantallas son de diferentes tamaños, torpedos, silencios. En ninguno de los cuadros estás vos. En ninguna de las calles estás vos. En ninguno de los párrafos está vos ni en la era antigua ni en el antaño ni en el baño que comparten Rachel y Ross, ni en los chistes de Sheldon o en el autobús en el que voy o en el lago o en El Tunco, o en mi camiseta roja, doblada, sucia, mordida, que me quitaste y tiraste al suelo junto a la caja de cigarros y yo te dije: quiero uno: y vos: tenés que dejar de fumar si querés un pedazo del pastel.
Bebé agua, pequeña, que en mis sueños te quedaste sin una de tus piernas. Caminabas con las tres que quedaban, porque así te tocaba, con hambre, porque la comida se acabó. Dejame morderte un par de semillas y dártelas, obligarte, porque ya no te gusta nada más que no sean mis dedos. Me fuiste comiendo, te tragaste mis uñas, te bebiste el sudor de mi espalda llena de vellos y bellos tus ronquidos cuando te llenaste demasiado y comenzaste a vomitarme, espeso, blanco.

Comé comida, pequeña, que la noche es larga y a nosotros nadie nos va a sacar de aquí.

domingo, 19 de mayo de 2013

I'm not excited but should I be

Me muestro otra vez, a la calle. Le digo: aquí voy. Y corro. Corro hacia el mismo lugar y cruzo las mismas calles. Me tropiezo dos veces, me caigo, me da vergüenza, el vigilante se ríe. Paso por el lugar de tacos -esa gente, gorda, cómo quisiera- y sigo, camino, los del Fovial no me dejan pasar y tienen una Fresca a medio acabar en las gradas y tiembla, veo que tiembla. No es posible que esa mujer vaya más rápido que yo y no puedo creer lo que me está contando, lo que estuvo pasando. Y yo tan convencido de que el muchacho no era así. Y la dejo, la dejo atrás, la vuelvo a ver: Es rubia. Rubio era el tipo que se sentó solo en el Pollo Campero, y que yo dije en voz alta que era guapo y creo que me escuchó, pero es que en realidad era guapo y era rubio, pero hablaba español como salvadoreño, o sea que era rubio nacido aquí. Paso por los pájaros y bajo y subo curvas y llego hasta el polvo que me desliza los zapatos y pienso:

hoy sí necesito nuevos zapatos

y me acuerdo de los que vi en la valla cuando regresaba de dejarlo y de pensar qué mierda más grande y me dio hambre y Desayuno Deluxe en el McDonald's y acelero y mi carro se mete en un hoyo y salto y me siento en película, en melodrama, en accidente.
Yo me llevo al jardín a mi perra adonde ya no pueda leerte.
Yo me pongo a oír esta canción y digo esta canción ya no me recuerda a vos.
Yo me pongo a acordarme de las horas y me siento pendejo, no fue nada.
Yo me pongo a los fines de semana y a hacer café y hacer prensas y lamer el vaso.
Yo me pongo a recoger semillas de maíz del pop-corn (que no de las palomitas).
Yo me pongo a ensuciar lo que la señora limpió.
Yo me pongo los lentes.
Yo, más tarde, me pongo a correr.
Yo me pongo a chistar con ellos por mensaje.
Yo me pongo incrédulo a lo que ella me cuenta.
Yo me pongo a ordenar los recipientitos que compré en el viaje y que todavía no ocupo.
Yo me pongo a contar las monedas, a cantar la canción, a zapatear loco siguiendo una pelota.
Yo me pongo contento, contenido, por ratos triste, trastocado.

Vos, vos no tengo idea cómo te ponés.


Esa sonrisa con dos ojos en realidad es una teta con dos pezones, dijo mi sobrina, y yo me reí porque la otra le dijo "lépera". Si ellas pueden escuchar todo lo que digo, por qué vos no, por qué a vos te avergüenza, por qué me callás en la mesa del Pollo Campero, porque no dejás que les enseñe la foto del bicho que me gusta, por qué me decís que mi mamá se va a enojar si mi mamá ya sabe y me entiende y le da pena pero eso no importa, que se trague la pena, porque su hijo es su hijo y si la decepciona pues la decepciona y si la jode pues la jode pero ella no me va a dejar de hacer almuerzo o hacerme la cama o cuidarme a la perra o verme de reojo y decir "si en realidad es como lindo" o de verme y sentir que ve parte de mi papá o de recibirme en su casa o de partirme frutas porque yo no puedo o de abrazarme o de despedirse de mí cuando la obligo o de esperarme los viernes en la noche y entristecerse porque no llego o de calmarme la fiebre o de gritar mi nombre cuando aparezco por sorpresa después de 6 meses. Ella no. Ella no es el problema.

Vos sos la lépera.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Solo cuando vos querés: solo te veo cuando vos querés. Tus milagros están listos solo a la hora en la que de tu tostadora sale el pan; solo cuando vos apagás el horno podemos comer el pastel. Me atraganto con los trozos de turrón, con el fondán; lo abrazo con los dientes bravo y feroz, porque solo así puedo comer.

Como con un perro que debe competir con su comida, o como los yemeníes que pelean por el agua.

Como que si vos me vas a quitar la comida, te veo salir del cuarto y tu ruido se ausenta, me quedo solo, lavo la ropa y muerdo el papel.

Me tropiezo; está oscuro; me siento a llorar y en este espacio tan grande, para vos tan pequeño, nadie me escucha.

Solo cuando vos querés. Solo te veo cuando vos querés. Y así querés que te quiera.

martes, 14 de mayo de 2013

Me tuerzo pequeño, ambulante; vos pretendés hablar conmigo en voz baja y que te cuente algo privado. Me decís: no le voy a contar a nadie. Te veo, perverso, desnudo y beso tu frente mientras te confieso: "he pensado en matarte".

Te reís, yo no; te arranco con los dientes un par de pestañas.

"Ouch", decís.

Yo vuelvo al televisor y nunca más me pedís que te cuente nada.

lunes, 13 de mayo de 2013

Padre:
he sido malvado -travieso-
y el camino al infierno es ancho, amplio, como la Diego de Holguín.
Perdón: se me olvidaba: la Monseñor Romero. Es difícil vivir con el insulto, con la vida pesada de las tardes de calor. El tráfico se vuelve fluido, libre, sin pitos ni pizarras ni ventas de aceite de oliva.

Desde aquí veo el monumento, la gente que va a clases de la biblia, con corbata, 30 grados, las estatuas de los sin sexo y una niña que me ofrece un mango por un dólar y yo le sonrío con mis dientes con frenos y freno mi carro a tiempo para el rojo y veo a los carros cruzar: van más rápido: tienen más mangos: pagaron menos por ellos.

jueves, 9 de mayo de 2013

Pero si viajo y te veo, tal vez tus ojos se caigan de tu cara. Pero si salgo de aquí quizás se muera; quizás no la vea morir. Cuando la encuentre muerta voy a llorar; primero me va a dar asco, verla envuelta en sangre o con las piernas duras y en el suelo lleno de diarrea.
Quizás voy a gritarle a alguien-quiero estar con alguien y va a venir y me va a agarrar el brazo y vamos a vomitar:
vos, en el suelo, con los ojos rojos.
vamos a salir y llamar a alguien.
A alguien más, alguien más se tiene que encargar de esto.
Y los voy a ver salir de la puerta y voy a hacer como que están botando una caja vacía y no voy a salir de mi casa hasta que me digan:
ya están listas las cenizas.
Y les voy a cagar encima.
Esta ciudad se siente temporal,
finita, como creada con ladrillos de algodón de azúcar. Todo se quema, o se cae, o se bota, o se come.
Se calienta el asfalto y lo enfría la lluvia; la ciudad, quejumbrosa, se deja.
Se deja caer,
al polvo: la ciudad temporal, que por ahora se emborracha y se ve bonita, ve al mar y ve venir barcos y aviones y se asusta y misiles.
Esta ciudad se siente ajena, impuesta, prisionera mientras aprisiona.
Esta ciudad tiene nombre bonito, suena bonito de la lengua de uno, de uno que apenas y la conoce. Lo malo es que esta ciudad fue creada para acabar, porque a la religión le viene el fin tarde o temprano;
sin el fin ni siquiera hubiera comenzado.