domingo, 27 de noviembre de 2011

Pobre País

Pobre País, te están matando. Te secuestran y degollan y desaparecen y buscan. Te vigilan con escopetas en elevadores estrechos. Te cultivan y queman y cultivan y queman hasta que encuentran suficiente espacio para enterrarte bajo la tierra cubierta de papas podridas. Pobre País, te están persiguiendo. Te hablan en gritos y amenazas y hasta aquí llegaste, Pobre País. Comenzaste a morir el año de tu fundación. Debiste anexarte, pero te rodean pobres países peores que vos. Te sangran Santa Ana o San Vicente y caen de vos cadáveres desfigurados, irreconocibles, te roban los dientes de oro, las prótesis y el pelo. Te lo arrancan, te quedás calvo, desierto. Pobre País. Hace ratos que debiste haber muerto. Pero seguís despierto, sangrando historia, noticias breves y colapsos nerviosos, terremotos y huracanes colmados de balas y borracheras. Te morís de cirrosis o de disparo o de navaja o de indiferencia. Te llaman por tu nombre que da risa cuando se pronuncia. Nadie te va a salvar, Pobre País. Porque los que te están matando son tuyos, se comen tu comida, se tragan tu agua, que luego cagan en diarreas y se limpian con hojas de tus jardines. Todo vos estás lleno de mierda. Respirás, tragás, vomitás. En vos el virus y la bacteria. En vos la bilis, el ácido y el bazo. Pobre País, estás perdido. Tu rostro es moreno y con barba que raspa la boca de los que te besan. Jodés la vida. La vida te jode. Y eventualmente te ponés en silencio, solo suena el mar y la montaña y el eclipse, y te das cuenta de que el mundo está mejor sin vos. Y pensás en el suicidio o el abandono, en la auto destrucción en párrafos imaginados por escritores ociosos. Pobre País, nadie te envidia y nadie te quiere. Los ahuyentaste con tu mal aliento, tu halitosis histérica. A veces me dan ganas de consolarte pero me acerco y tus poros se inflan con miedo y amenaza.

Pobre País, sos más pobre que todos los pobres países del mundo. Porque además de ser pobre, sos miserable.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Wood / Querido Rostam

Es el destello de un sol en tus ojos, es lo imposible de ver a través de la luz encendida. Es el olor a tierra mojada de la grama recién regada, es lo dulce de las galletas que recojo de tu lengua dormida. Me como la tierra de un hormiguero, mastico el vidrio de la ventana para respirar el viento. Es el cordón umbilical de un bebé con los ojos azules, son los ojos azules de la señora que te vende el pan. Es la misma historia de siempre: la de dos ojos que sonríen más que los labios, el sonido de la canción con cuerdas de violín con sabor a boniato y yuca frita. Me como tus palabras, y en los dientes se me quedan atrapados trozos de tu lengua, en el pelo un montón de canas comienzan a nacer como el musgo en el tronco de los árboles. El tiempo pasa, la gente pasa, camina sobre mí, el asiento se dobla hacia adelante y la presión nos tiene en una montaña rusa en el asfalto de la pista. Dibujo con las manos en el aire el montón de ciudades, el paseo Escalón lleno de edificios y la gente caminando después de las fiestas hacia los puestos de taco, de pollo frito, de pupusas con el queso quemado. Es el olor al aceite. Son los pasos de borrachos que se tropiezan en los adoquines recién colocados en las aceras. Veo hacia los lados y ahí están durmiendo todos los aviones: los motores encendidos como si fueran lenguas de perros expuestas al sol, día de calor. Comienza el movimiento y es la velocidad, es el corazón acelerado, es tu voz que se me pega a las orejas con la dulzura de la melcocha, la suavidad del algodón.

Finalmente despego, esperanzado, el Pacífico bajo mis pies y sobre mi cabeza un cielo grande, espeso, hecho de madera.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

martes, 22 de noviembre de 2011

The vodka espresso night of discovery

Juntos, borrachos, ves, tomando vodka, la botella y la cerveza, la ventana en La Ventana y el patio con los árboles que botan guayabas en temporada, pidiendo ensalada de jícama a la mesera a pesar de que no hay, ya le dije, o deme uno de esos panes con frijoles y tomate o deme algo, deme algo suave, con queso, aunque la cocina ya cerró y terminamos en el McDonald's, hablando de Rihanna y su nuevo disco, de la ABC y de la Femenina, de la diferencia filosófica entre las agencias salvadoreñas de publicidad, de la cuenta de la tarjeta de crédito y del nuevo bowl de ensalada que te compraste cuando un señor argentino te intentó ligar enfrente de tu mamá y se te cayó la cara al suelo y luego tu mamá te pregunto que qué quería y vos no le pudiste explicar, porque cómo le explicás a tu mamá lo que significa el cruising. Hablamos de tu viaje el otro mes y que te vas por tanto tiempo y me besás con lengua y la niña de las flores insiste y vos te reís, te acordás de aquella vez que la golpeaste en la rodilla y ella te dio un vergazo en la espalda con los ramos y los pétalos salieron volando y la eme amarilla encendida y

vos le diste 10 dólares
salimos manejando por rutas que evitaban retenes y saltaste sapos y culebreaste por las calles y llegaste a la Avenida Manuel Enrique Araujo y cruzaste a la izquierda aunque no se podía y dijiste: bajémonos en el Salvador del Mundo a tomarnos fotos para Facebook a topar y que nos vea la gente y nos tomamos fotos con los teléfonos y salimos besándonos con el Cristo al fondo el Cristo señalando hacia el cielo y qué bonita dejaron la plaza y cómo estamos colaborando con el turismo, viste, promoviendo los lugares lindos de la capital y que esta capital

tiene tan pocos
¿y si vamos al centro? ¿a besarnos? ¿en las gradas de la catedral? ¿en la Plaza Libertad?

Estás loco, decís y subís las fotos al siguiente día y:

le gusta a la que trabajó con vos en la agencia, le gusta a tu hermana, a tu sobrina, a la loca que te habla siempre en la disca, a la loca que te diste en San Francisco, a tus ex-compañeros de la universidad, pero claro, no le gusta ni a la mormona ni a la cristiana ni a la católica y tampoco a tu mamá,

que para qué la tenés en Facebook,
es que yo la quiero, pero sí, no creo que le guste la foto y al rato te habla llorando que toda la gente está diciendo que qué putas es esa foto de vos besándote con un hombre frente al Salvador del Mundo y vos le decís mamá es promoción turística y colgás como si no te importara pero después te ponés a llorar y ves la ventana y te acordás de las pláticas en La Ventana y te dan ganas de McDonald's, de papas fritas, de jícama y de cerveza, de darle una gran vergueada a la niña de las rosas, bicha puta que no deja de joder.

Te encuentro

Te encuentro en la taza, en la canción y en el recibo con tu firma de la tarjeta de crédito, con la imitación de tu DUI, te encuentro en la lámpara y en la voz de Patti Smith. Me cuesta mucho identificarte pero se que existís, en algún lado. El que me va a quitar la almohada en la noche y el que me va a acompañar en mis canciones. El que va a comer semillas conmigo, compartir lentes de sol, pantalones y camisetas. Se que estás por ahí y ya te tardaste, como diría una actriz tonta en una serie tonta. Nos hemos estado esperando, vos lo sabés, vos sentís el mismo temblor que yo siento y vos ves la misma ciudad que yo veo y pensás: ahí debe de estar. Estoy escribiendo, terco y tercero, como banda que no renuncia, como político en segundo término, y te espero desnudo. Me quedo dormido hasta la tarde y cuando el sol me golpea en la cama se que está tratando de despertarme, que vaya al supermercado, o a la gasolinera, que me estás despertando entre el pasillo de los enlatados o en la bomba de la gasolina regular.

No se; yo sigo; yo salgo. Y en el desconocido que sos, en lo extraño que parecés todavía está todo lo familiar, la posible familia, las noches con eructos y la muerte eventual.

La historia de toda la vida. La de todos.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Último

Me despido con un lapicero negro y un montón de palabras.
Si solo te digo adiós es porque es lo último y lo único que puedo pronunciar.
Lo demás dejémoslo a las libretas, a las hojas en blanco.
Lo demás se me queda atascado como en tráfico de gran ciudad,
como en fila de baño público.
Me duele no poder ser de esos que da grandes discursos.
Los discursos solo los puedo dar escritos, en forma de alfabeto.

No hay espacio para nada más.
No hay aire en la garganta.

Me despido con el contacto físico o con una mirada,
con los mocos cayendo arriba de mis labios.

Podría comérmelos y sentir el sabor de este momento.

Yo no hay más desde aquí
solo la distancia,
solo lo imposible,
solo la terquedad de los planes.

Nada nos va a salir bien.
Lo único que nos queda ya es esta despedida.
Hagámosla bien.
Como si fuera la última vez que le decís adiós a alguien.
Pronuncia esas dos sílabas con intensidad.
Tu tren,
tu avión,
tu autobus ya se va.

Estas son las últimas palabras que vas a escuchar de mi boca.

A todo lo demás le va a faltar el olor,
el sabor, la temperatura de este momento.

Todo lo demás va a ser plano como el papel: inconexo como los párrafos: incompleto como las letras.

Penúltimo

Solo las nubes estaban en las ventanas del bote cuando regresábamos a Copacabana. Las cosas en los viajes duran poco, me dijiste, con una gran sonrisa. Tenías razón. Aquí tan arriba todo pasa más de prisa. Nos bajamos y tomamos un par de fotos del lago. Luego arriba y otra vez ver pasar todo a velocidad acelerada. Lo de nosotros ya no era un simulacro, de verdad estaba pasando.

-Mañana me voy a Perú y vos a Argentina. Van a pasar meses hasta que nos volvamos a ver.

Mi primer impulso fue cogerte ahí mismo frente a toda esa gente. Sin lubricante. Mi erección estaba debajo de mi mochila y una de mis manos estaba en tus pies. Creías que todo pasaba por una razón. Que el encontrarnos en esa isla en el medio de la nada (solo dos burros, vos y yo) era una señal. Una señal de qué, todavía no sabías. Decías que lo ibas a saber una vez el bote tocara puerto.

Quisiste detenerlo. Quisiste que se detuviera ahí, en medio del lago, y aguantar la tormenta y luego hundirnos. Alternativa similar a regresar a tu casa.

Te tranquilicé con una canción que sabía que te gustaría. Te puse los audífonos a volumen bajo y te vi tararear. Cerré mis ojos y comencé a dormir, y el bote todavía tenía un rato para llegar. Al estar ahí buscaríamos un lugar barato para dormir, con dos camas para disimular.

Probablemente nos daría pena y cogeríamos en el suelo, por el ruido. El desayuno sería un café y las galletas que compramos ayer. Nos despediríamos en la calle, a tiempo para tu bus.

Me despertó el olor de la playa de Copacabana, a heces y gente. La canción en mis oídos.

-Llegamos.

En mi boca un bostezo y en la tuya una sonrisa de despedida.

Los textos del lago (Antepenúltimo)

No hay tiempo para fotografías. No hay espacio para nuestras caras.
Mirá hacia abajo y memorizá el lago. Es todo lo que te queda.
Pronto vas a estar de vuelta.
Pronto en tu cama si nada que ver. El lago más cercano está lleno de llantas y muertos.

No hay tiempo para escribir postales.
No hay tiempo para contratar guías.
Seguí el olfato de tu nariz hacia el olor de la caca y el meado de los burros y las llamas y las ovejas.
Pronto eso te lleva a la cima y la cima al camino y el camino al pueblo y el pueblo a las escaleras
y las escaleras al puerto
y el puerto al bote
y el bote a rebotar en el lago
y el lago a la ciudad
y la ciudad al autobús y pronto,
el autobús lejos de aquí.

No hay tiempo para escribir.
Espero recordés lo que querés decir.
El lago va a estar aquí para siempre pero vos no.

Llevate en tu mente todo lo que podás. Es lo único que te queda, la única posibilidad.

Estos lugares están demasiado lejos para ser tuyos.

Vos ya tenés algo que te pertenece. Y cada segundo te acercás más a él.

No hay tiempo para detenerse.
El único camino es seguir caminando.
Decile adiós a lo que nunca vas a volver a ver.

TODO esto hace ratos se despidió de vos.

Divina Bolivia

Cuánta casa sin terminar. Cuánta cosa sin terminar. "Aquí en Bolivia tienen la costumbre de dejar las cosas a medias". O se les acaba el dinero o se les acaban las ganas.

Bolivia, Divina Bolivia, a tu boca le faltan dientes, a tus bombillos luz, a tus piernas les faltan dedos, a tus pulmones les falta oxígeno.

Claramente no estás pensando con claridad.

Sos el país del incompleto.

Estás a medias, como proyecto, pero la gente está huyendo. O sos demasiada alta o sos demasiado baja, demasiado frío o demasiado calor. Tus extremos lo dejan a uno tibio.

Te veo y veo el conflicto. Te dan ganas de separarte pero te distraés con amenazas o cerveza. Te da por protestar pero las palabras se te traban porque ya se te acabó el aire.

A un país como vos hay que conocerlo para juzgarlo. Y te juzgo. Porque te parecés un montón a mí.

Lleno de ideas, pero sin energías para terminarlas. Adicto empedernido, inconforme conforme. Hay muchos como nosotros, Bolivia, y el mundo se deshace de ellos como de un estornudo.

A tus caminos les faltan piedras. A tus banderas le sobran colores. A tu música instrumentos.

Tomemos juntos, Bolivia, Divina Bolivia, y olvidémonos de los que nos falta, de lo que nos sobra. Caigámonos juntos al mediodía en las aceras de tus ciudades empinadas y ronquemos con dificultad con nuestras narices atascadas con mocos y hojas de coca.

Nos hace falta mucho, Bolivia, Divina Bolivia, pero lo bueno es que seguimos. Por ahora este reino del incompleto bastará. Por el momento no necesitamos lujo ni camas ni baños ni papel higiénico. Nos limpiamos con nuestras manos y olemos nuestras manos y nuestras manos huelen a alma antigua y destrozada. De nuestra tierra o seca o húmeda vamos a sacar lo que necesitamos. Eso ajustará por el momento. Ese poco es bastante para nosotros.

Tu pasaporte

Aclaremos algo. Qué significa tu boca sobre la mía. Porque sinceramente ya llevo más de 10 años de sexo en sexo sin lograr nada.
Esto de coger con uno y con otro perdió la gracia hace ratos.

Así que delineame tu plan de acción. Lo que querés conmigo. Nos conocimos borrachos, ya se, es la culpa del vicio. Pero el alcohol te da claridad de acción y pensamiento.

Así que pongámonos borrachos, y digamos la verdad.

No me siento nada seguro. Quiero la estabilidad de la incertidumbre. Quiero sentir que me falta oxígeno. Quiero estar en una situación en la que mis clásicas historias no funcionen. Quiero cocinar desnudo con vos. Acabarme la botella de vino y dormirme en tus pies. Quiero conocer tus olores y malolores. Memorizar el camino que de tu espalda lleva al espacio calvo de tu cabeza.

Quiero los sellos de tu pasaporte. Es más, quiero tu pasaporte. Lo guardo bajo llave para que no te vayás, y si te vas, que te vayás conmigo.

Quiero el calendario de tus días y tus años. Quiero sincronizar nuestros gustos musicales. Quiero que bailemos canciones que nadie baila, en ropa de ayer, porque nos hemos quedado atascados.

Así que decime. Deletreame las cosas. No hay aviones ni barcos ni autobuses que te alejen de aquí.

Te tengo enfrente y vos me tenés enfrente a mí.

¿Qué vas a hacer?

Guía

Hoy es un buen día para caminar.
El sol brilla fuerte y las tiendas en el camino están abiertas.
Te encontrás con personas que te cuentan historias de sus perros y sus gallinas.
No hay forma de callarles la boca una vez soltaron la lengua.
Un educado, "bueno, es mejor que sigamos" va a ser suficiente para que se callen.
Luego seguir tranquilos hasta encontrar al otro granjero, a la otra lavandera.
Pero siempre seguirá lo mismo. Las mismas palabras para que se callen.

Estas calles son muy tranquilas. Sigan las rutas señaladas y así, fácil, van a llegar a Santa Ana.
Allá pregunten por la Posada del Turista. Solo hay una. No se van a perder.
Está a dos cuadras de la catedral.

Van a despertar con el olor a café de las faldas del volcán y con el pan horneado en la casa de a la par.

Caminatas en los alrededores serán posibles y tomarán fotografías a las vacas, a las cabras y van a almorzar o cusuco o sopa de gallina o pelibuey.

El Salvador les ofrece tanto. Tranquilidad y amabilidad.

Dígale a sus amigos. Por lo pronto, buen viaje. Y como decimos aquí, que Dios me los bendiga.

Discurso

Hemos comenzado ya la revelación de los secretos. Hemos ya dicho los pasos que seguirá el mundo hasta que llegue el día. Hemos entregado ya calendarios con fechas señaladas. ¿Ha usted completado sus oraciones, sus mensajes? ¿Ha usted definido sus ángeles, sus guías? En la página 47 de su folleto encontrará detalles pertinentes.
Hemos repartido ya los vestidos y las camisas que debemos usar. Hemos ya establecido reglas de comportamiento para los últimos días.

¡Cuándo día hermoso tendremos!

El sol brillante se alternará con nubes que cubrirán el cielo con un gruis dramático, propio para estos procedimientos.

Él, como nosotros, tiene todo preparado.

Sus ángeles han iniciado ya papeleos, formularios. Todo será ordenado y metódico. Con lapiceros llenos de tinta de la verdad tendremos que responder todas las preguntas.

Hemos ya, la mayoría, terminado los cursos de preparación para esta difícil tarea. Hemos ya por meses practicado discursos y palabras pertinentes. Estos no son momentos para fallar.

Esta es la gran prueba de nuestras vidas. Nuestras almas cuentan con nosotros.

Hemos ya comenzado los pasos necesarios, aquellos que se apeguen a los planes de pago, fechas de entregas de bienes y tengan sus formularios completos no tendrán ningún problema.

En los planes de Dios no hay espacio para los errores.

Hemos ya establecido esas y muchas otras verdades.

Hemos de trascender juntos. Solo es cuestión de tiempo. Ustedes tienen sus calendarios, los tiempos de Dios son exactos e inequívocos.

Hemos nosotros de estar listos para este reto. Tenemos todo lo necesario.

Dios no permitirá que nos equivoquemos.

Los textos del lago

(xii)

Sí, ahora lo entiendo. Todo fue un truco para traerme a este momento, en este lugar, con este sol.
Un niño llora a gritos. Yo no puedo evitarlo. Me pongo a llorar también. A ese niño lo han traído aquí. A mí también. Me trajeron autobuses, barcos, guías que esperan propinas en dólares.

Su llanto y el mío son llantos parecidos. Son llantos que vienen del capricho. Si pudiera, yo también gritara. Pero soy adulto y tengo que llorar en silencio, como para que nadie se de cuenta.

En mi llanto se acumulan los llantos del nacimiento, de los primeros golpes, de los funerales de los abuelos, de los del papá, de los de las tareas hasta la madrugada, los de las fiebres y las neumonías, los de la duda y el viaje, los de las despedidas y bienvenidas, los que ocurren sin razón, sin motivo claro y mejor ni buscarlos.

Solo seguís llorando, al unísono pero más silencioso que el niño, mocoseando, limpiándote con la manga de tu suéter y esperando a que este niño nunca de llorar, porque vos ya le empezaste a agarrar el gusto, vos ya estás aprendiendo a llorar.

Lago vacío

El lago está tranquilo, oscuro, hace unas horas el sol rebotaba de él como fuegos artificiales.
Imagino que así empiezan un montón de historias de terror, puntuadas por los ladridos de un par de perros y los pasos cacófonos de los burros siendo guiados de nuevo a los establos por sus dueños.

La gente de esta isla está quemada por el sol. Se mueven con desteridad, descalzos y ambiciosos por las piedras de los caminos.

Jamás se deslizan pero yo sí.

El fuego del caldo de quinua los mantiene calientes. Sus cuerpos están endurecidos por el frío, su piel tiene la textura del cuero, el sabor de la trucha.

Están tan cerca del cielo que poco les importa si algún día lo conocen.

Bañados de misticismo, pero cansados de los extranjeros que vienen a querer capturar en unos días lo que a ellos les costó años. No se trata de contratar un tour y conocer de frente a la Pachamama.

Están cansados, casados, asoleados siempre en su idioma. De sus bocas salen discursos memorizados, falsas memorias y leyendas mercadeables para los turistas que se empapan de bloqueador solar e insultan su idioma con intentos vergonzosos.

Dan ganas de salir corriendo. De abandonar la isla para siempre y dejársela a ellos. Que construyan su parque temático, con pizzerías, botes programados y rótulos en inglés.

Su idioma y su herencia no merecen esto. El lago se contaminó. El lago se convirtió en deshonra y artificialidad.

Lo sagrado ahora es comercial.

Por eso hoy la noche está oscura y silenciosa.

A estas tierras, a esta profundidad, ya no le queda nada que decir. La Pachamama salió del agua. Caminó sobre ella y llegó al mar.

El lago está vacío.

La libreta con Restoration

Estaba sentado al lado del colegio. Una vez más llegaban tarde a traerlo.

-Mamá, voy a salir temprano.

Ajá, le dijo, oyéndolo y no oyéndolo, más pendiente del agua hirviendo que de él.

Sentado así, se ponía a pensar. Y como a esa edad los pensamientos son sueños, se le hacía borrosa la mente y en su mente era:

cantante y actor,
productor de televisión,
ganador de premios de la Academia
organizador de eventos culturales
escritor consumado
dibujaba en sus cuadernos las portadas de sus álbumes, de sus libros,
bosquejaba su biografía de Wikipedia y su obituario.

En estas tardes con vientos de noviembre, casi al final de las clases, llenaba las libretas y le sonreía a las letras que quizás eran tontas pero eran suyas.

Un día en una trabazón uno de sus hermanos encontró la libreta y le hizo burla todo el camino.

Llorando, llegó a la casa y la guardó debajo de la almohada.

-Mamá, se acuerda de aquella libreta que yo andaba siempre...
-Sí, me acuerdo, le responde, sin oírlo y oyéndolo, más pendiente del concurso que de él.

Intenta, pero no puede, recordar las primeras palabras de su obituario.

El Alto y El Alto

En Opico también tenemos un lugar al que le decimos El Alto. Hay una cancha de fútbol y una escuela cristiana, la casa de la Ña Olivia (que es cocinera en la capital) y la casa de aquella señora que explotó por gorda.

Era tan gorda, mamá, que explotó.

Explotó por dentro y de las orejas le rebalsó grasa y bilis.

Los niños agarraron sus intestinos (repartidos en el jardín) y con ellos hicieron salta cuerdas para jugar un rato. En la cara les rebotaba sangre y se morían de la risa.

No me caían bien los niños de mi pueblo. A todos los ahorcaría con los intestinos sangrados de la vieja que explotó.

A algunos los ahogaría en un barranco. A otros los torturaría con golpes en la cabeza con una pelota de fútbol. A los demás los amarraría bajo el sol al lado de un naranjo.

Los vería morir, feliz.

Aquí parece que todos los niños son iguales. Más o menos como los personajes de Los Cachorros.

Y usted, veo, paciencia no tiene, se le acabó hace rato, cuando naciste la vida ya se iba.

June Hymn

Aquí te dejo unas palabras para que las leás todas las mañanas.
Imaginá que escribo sobre tu pecho.
Que vuelvo a contar nuestra historia alrededor de tu ombligo.
La vez que nos abrazamos fuerte en el Liffey.
La vez que aún y con flema sentiste el sabor de mi saliva.
La vez que el calor no nos dejó dormir en mi habitación alquilada.

Me muevo a tu espalda y hay tanto espacio, se confunden las palabras y comienzo a repetirme.

La vez que nos abrazamos frente al Lempa.
La vez que hasta con diarrea me limpiaste.
La vez que el frío no nos dejó dormir en mi habitación alquilada.

Hay tanto que contar y se me acaban el tiempo y el espacio. Por lo pronto te dejo esto. Luego, tal vez encuentre el momento de escribirte una carta, una postal.

Por ahora esto (y lo que vas a pelear por leer en el espejo) es suficiente.

Más que suficiente.

Los textos del lago (x)

Es hora de la decisión final. De esto depende todo. Abrí la boca y pronunciá palabra. Ya es necesario que el hielo se rompa y el avión despegue o el tren parta o el barco zarpe o el escritor escriba.

Hace bastante que comenzaron las deliberaciones. Parece que el tiempo pasa más rápido con la presión en la espalda.

No hay tiempo para masajes ni caricias.

No hay tiempo para consultas.

En 10 segundos sucederá todo y puede o no salir bien.

Apuesto que ya te están temblando las piernas. Estoy seguro de que ya no podés ni escribir.

(xi)

Si es que ya le he dicho que la espalda me duele de tanto agacharme a besarle los pies. Ya le he dicho que se los comience a lavar bien.

Que esta es la última vez que le mastico los callos o le huelo las heridas entre los dedos.

Me he acostumbrado a ese olor. Ahora parece gustarme.

Pero quiero poder volver a besarle los labios. A él no le gusta el olor de mi boca después de sus pies.

Así que me toca amontonarme a su talón de Aquiles y que la fetidez de su planta se me meta profunda en la nariz. El único líquido disponible para mí es el que sale de sus burbujas infectadas. Cómo me gustaría probar de nuevo su saliva con halitosis.

Pero estoy castigada, esto es lo que merezco, no tengo remedio.

Mi espalda se me irá doblando hasta que lo único que mis ojos conozcan sean sus pies.

Y eso estará bien. Eso estará muy bien.

En el pecho

Me crié con las palabras de mi mamá y los silencios de mi papá.
Un montón de hombres me enseñaron a escribir.
A calcar, a dibujar y a bailar.
Me hicieron coreografías que yo seguía con dificultad. Me obligaron a una ortografía impecable.

Todos esos hombres decían ser mi familia.
Tíos, primos, primos en segundo y tercer grado.
De sus voces aprendí a moldear la mía.
Con sus palabras aprendí a escribir mi nombre.

Todos, menos uno, eran los hombres de mi vida.
Ese decidió morirse antes de que mi boca se abriera o mis manos apretaran con fuerza las tetas de las mujeres.

Él decidió enterrarse como una avestruz entierra su cabeza.

No se si fue por vergüenza.
Pero así fue.

Tengo un montón de un montón de hombres metidos en el cuerpo.

De mi papá solo el pene y las gotas de semen que rebotan y se enduran y encostran en los pelos de mi pecho.

El lago

El lago cambia de color según el cielo. No se si el lago tiene color propio. Desde aquí escucho el bote moverse con mis manos. Puedo saborear el agua con mis orejas, que se llenan de papilas gustativas que se inflan con el frío que se excitan con el sabor. Que se acomodan para percibir el sabor del sonido del agua.

Puedo tocar el ruido de las olas. De estas olas tan altas y que están tan lejos. Al abrazar el sol en esta isla se me enreda la lengua al cantar canciones bíblicas.

Le pongo música a Lamentaciones.
Le hago una sinfonía al Génesis.
Y vuelvo a golpear mi pecho como lo hacía cuando estaba pequeño, pío y pequeño.

Lago poderoso me ha convertido en creyente. Lago poderoso que me encierra y me ata con una camisa de fuerzas tejida con montañas y estrellas.

Para siempre reinaré en el reino del absurdo, gracias al lago y a la palabra sabia de Nuestro Señor Jesucristo.

Comenzaré a escribir en idiomas que desconozco. Lenguas muertas y raras que voy a sacar del fondo del lago y voy a untar con el lodo que arrastra la marea.

Mis vestidos

Mis vestidos los voy a construir de hojas en blanco y quiero que cien escritores nóveles narren sobre mí un montón de historias de fronteras, de manteles, de sexo y de café.
Voy a caminar por la ciudad y voy a dejar que la gente me lea, en el bus me van a levantar las capas de mi falda hasta llegar al final emocionante en el centro de mi fustán.
Me voy a echar en las bancas de los parques y ahí los niños distraídos van a aprender a leer.

Mi armario, una enciclopedia, y para los analfabetos vamos a contratar a lectores que van a dramatizar las historias en las tiendas, en el atrio después de misa. Mis vestidos van a pesar toneladas con el peso y la importancia de la literatura salvadoreña.

Cuando esté desnuda me voy a sentir completamente insignificante. Se me va a callar la voz y a enrollar la lengua. Mi marido me va a preguntar qué me pasa y voy a responder con silencio. Solo vestida voy a tener algo que contar.

martes, 8 de noviembre de 2011

Mafalda está viva (ii)



Cuando anduve caminando por las calles de Buenos Aires, me dio por tomarle fotos a cosas que me recordaban a tiras de Mafalda. Poco a poco voy a ir subiendo y alterando y haciendo desastres con las tiras de Quino, adaptando las fotos como pueda a las historias. Estos son los resultados. Otra vez, disculpas.

Mafalda está viva (en Buenos Aires)

Ese momento fue tan corto e insignificante que cabe en esta línea.

Los textos del lago

(vii)

Detrás de la cortina está escondida la niña, que le tiene miedo a la cucharona de madera de la muchacha. Ya le dije yo que no le pegue tan fuerte, que solo medio la toque, pero la niña ya tiene moradas las nalgas, las piernas y la espalda.

Así me criaron a mí, a golpes. Comiendo del suelo usando las tortillas como cuchara. Una vez a la semana pollo, y no del bueno.

Esta niña suerte tiene. Nosotros ni cortinas teníamos.

Yo no me podía esconder.

(viii)

Los recuerdos con vos se me hacen pequeños, cuando pienso en tu cara me parece del tamaño de un maní. No es que ahora seás insignificante, sino que los años son como kilómetros y desde aquí solo veo un espacio borroso en el que tu cuerpo debería estar. No hay mucho que descifrar. Ahora solo sos una pequeña parte de mi memoria. Compartimentos enteros antes dedicados a vos ahora los lleno con café, con el vecino, con un montón de ron.

Cómo quisiera recordarte mejor.

(ix)

Te voy a llevar lejos, te voy a enseñar ciudades que llevan tu nombre. Vamos a cazar ratones y los vamos a alimentar a gatos callejeros. Vamos a disfrutar el espectáculo carnívoro. Hace tanto que nuestros dientes se volvieron débiles, como de cartón o durapax. He tratado de morder tu pezón sin éxito. Has tratado de lastimar mi glande pero tus molares son de aserrín.

La vida nos ha hecho débiles, se nos ha ido cayendo la fuerza de las manos. Nuestros abrazos ahora son de peluche, nuestros besos a distancia.

Nuestras caras son delgadas, estructuras óseas cubiertas de una fina capa de carne. Dentro de poco vamos a desmayarnos, vos orinando aire, yo lavando mis pómulos hundidos. En el baño nos van a encontrar, nuestras manos intentando en vano encontrarse.

Tanta hambre desperdiciada. Tanta, tanta.

Los textos del lago (vi)

No hay paso. Estamos atrapados. Me duelen mis pies y tengo ganas de ir al baño. Me dan ganas de acompañar a la niña que llora en el asiento del frente.

-Abrazame, tengo frío.

Te abrazo pero yo también tengo frío. No hay nadie que nos explique. El conductor está fumando y orinando a 10 metros del autobús. O al menos eso suponemos.

-Esto está tan oscuro.

No hay carretera, solo polvo. Y hasta aquí escuchamos los cantos indígenas. Te digo que quizás estamos muertos, algún accidente o algo así.

-Como aquella película, con la niebla.

Nos quedamos callados, como si muertos, un buen rato. Todo el bus en silencio. La niña se quedó dormida, y nosotros hacemos lo mismo.

Cuando despertamos todavía es de noche, y seguimos ahí.

We all go back to where we belong

Hace ratos estoy solo. Me hace compañía una música suave, que flota como tinta traslúcida a unos milímetros del papel. Abrazo fuerte la soledad, como si fuera lo único que me queda, y apoyo mi cabeza en mi almohada mientras escribo.

Cubro mis ojos, hago siestas de horas, consumo cervezas amargas y aprendo a tocar el charango.

Lleno el silencio de estos días con un monólogo interior hermoso, construido con párrafos que al tocarlos son tan suaves como una oveja del altiplano.

Quiero ver tu cara por minuto y medio, sin interrupción.

Quiero que sonrías a mi cara como si mis ojos fueran lentes de cámara. Quiero tomarte fotos con dos cámaras que simulen ser mis ojos.

Quiero recordar la arruga de tu frente: la recuerdo tan bella y profunda.

Los textos del lago (iv)

Hay un barco de aquí que te lleva a una isla bonita, con olor a pescado. Ahí el viento es frío y el sabor a cerveza se siente en la tierra. Me como la tierra como si fuera cereal, mojada en leche.

Y me imagino chupando la teta de una vaca alimentada con pasto transgénico y el bote se mueve de un lado a otro y una señora tiene miedo y reza y pide consuelo y todos pensamos que nos vamos a hundir y el puerto se ve desde aquí tan lejos.

Desde aquí distingo los botes que se mueven de un lado a otro y son como moscas nadando en el mar. Abrazo mi lapicero y paro de escribir, esperando que las olas no se los traguen, las malas olas de este lago que no conocen el mar.

(v)

Hasta cuándo voy a estar escribiendo. Hace ratos voy describiendo tu llegada.

Te he escrito llegando con sudor en las mangas de la camiseta, te he escrito bajando del autobús y abrazándome llorona y terminal.

Te he escrito llegando en taxi, con lentes de sol y barras de chocolate Toblerone para los niños.

Te he escrito llegando en un helicóptero que espanta a las vacas y a los chuchos que cuidan a las vacas.

Te he escrito llegando en ataúd.

Pero siempre te escribo con ganas de verme, con respiración ansiosa, con palabras emocionadas, tildadas con un abrazo que o me das vos o te doy yo si es que venís con los ojos cerrados.

Espero que vengás con los ojos abiertos. Bien pero bien abiertos.

Los textos del lago (iii)

Cumplís años con el pecho hundido, con los dientes amarillos y tu mamá roncando en el cuarto de a la par.

Muchas veces dije que no sería de esas locas que se muere cambiando el pañal de sus papás y limpiando el accidente fecal de su mamá en el suelo de la cocina.

Mamá ya le dije que no cocine que por algo usted me enseñó a hervir agua hace tantos años.

Todavía me acuerdo que las burbujas significan que ya rompió el hervor.

De vez en cuando todavía tengo sexo. Encuentro a alguien que se atraiga por panzones y pelones y entonces voy a la farmacia y con una gran sonrisa le pido a la dientuda de la caja una caja de condones y un par de genéricos.

Usualmente son jovencitos, que me piden dólares para el bus y que creo al final ocupan para entrar el sábado a la disca.

Hace tanto que no voy ahí.

Solía ir todos los fines de semana, como se va a misa. Pero después despertaba peor de lo que dormía. Con la camisa arrugada, con el aliento asqueroso, con el silencio en la almohada.

Ahora me siento feliz cuidando a los dos viejitos pero claro, quién va a cuidar de mí cuando yo me cague por accidente o cuando se me gangrene el pie.

Tenés suerte de estar vivo, te digo, tenés mucha suerte. Podés pagarte una viejita que te lave la ropa, te cocine la comida y te abrace enamorada cuando te estés muriendo, cuando estés tosiendo la flema del cigarro que fumabas nocturno, en el Manhunt, con el semen en tus manos.

Los textos del lago (ii)

Ni te acerqués, no puedo con tu voz. Hace ratos me contaste de tu ciudad y sus cascadas de casas cafés que caían en montañas aceleradas por el viento. Me las imaginé hediondas, entre calles de tierra y piedras porque vos me dijiste: ahí la mayoría de gente es pobre y pobremente sobrevive al frío y a la nieve. No había agua potable, en mi mente y en las mañanas se bañaban con el orín de las ovejas y cuando había sed podrían licuarse las heces de los vecinos.

No es para tanto, me dijiste, es algo así como tu ciudad. La gente o se muere en camionetas o en los buses o a pie por el Paseo; o se comen una hamburguesa o dos tortillas con limón y sal.

Sos el primer y último salvadoreño al que beso, al resto lo dejo con sus labios resecos y su hambre de coco, con el alcohol puro en la sangre y en la mesa solo los frijoles o las entregas del Gourmet Express o las botellas de cerveza, todavía con cenizas, con el olor a eructo del último pulmón antes de quedar dormidos, con la panza al descubierto, insistiendo en respirar aunque el cuerpo se está rindiendo, solo le quedan un par de años, solo un par de años más.

Tu ciudad, mientras tanto, sigue viva. Cayendo y cayendo, acumulando más casas, tragando más polvo. Así le gusta vivir y así vive bien.

Los textos del lago (i)

Besame lento, silencioso y solemne; como cuando el papa besó el suelo de Comalapa. Abrazame con intensidad, como para salvarme, algo así como se abraza a un árbol que están a punto de talar. Soy árbol, soy suelo, de mí salen flores cuando les da gana y en mis pies se dibujan círculos concéntricos que revelan mi edad.

Vos, vos sos mero aire, como escondido entre las nubes o la niebla o el cráter pequeño que dibuja un círculo, un lunar, formación cavernosa, adentro del Boquerón.

Si lo pensás bien, no deberíamos estar juntos. Entre nosotros debería dibujarse una línea fronteriza como la que guarda a Las Chinamas, con un montón de pupuserías alimentando nuestros estómagos pálidos y ulcerados. Quisiera explicarte por qué, pero las palabras se me acaban, ves.

Tengo frío y vos insistís en abrazarme, en rodearme rojizo y pulsante, y yo me dejo.

Te advierto: solo hoy en la noche. Solo lo haremos por hoy en la noche.

Los textos del lago

En un viaje reciente, deseché los planes originales y decidí pasar más tiempo de lo esperado en el Lago Titicaca. Uno, porque era barato; dos, porque era bonito.
Pero los lagos pueden ser aburridos: un montón de agua y burros y llamas y no mucho que hacer. Sin internet, sin televisión, solo con un montón de extranjeros (la mayoría mujeres) con las cuales no tenía ningún interés en hablar. Así que decidí recluirme y escribir. Escribir en el almuerzo, a la hora del café, cuando estuviera horas y horas viendo la infinita y ridículamente azul agua del lago. De ahí surgieron esta serie de textos que, como todo lo que escribo, tienen o no tienen sentido, pueden ser considerados o no esfuerzos reales por escribir algo con valor literario, pero que únicamente deben ser tomados como lo que son: palabras que escribí de repente, que luego evité editar, cosas que pueden o no significar nada, pero la mayoría del tiempo no.

Son un puño de letras escritos frente al lago Titicaca.

Me disculpo con antelación.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Soy tu memoria

Soy tu memoria.

De la mano te llevo por la ciudad, hasta alcanzar la plaza central. En ella dejaron el cuerpo desnudo de tu papá, hasta que las moscas se comieron sus ojos. Nadie, ni la policía, se atrevía a levantarlo. Tu mamá se acercaba gritando a moverlo pero una masa de gente la detenía. Lo dejaron ahí demasiado tiempo. Comenzó a descomponerse. A la plaza le decían la Plaza del Muerto.

Hace ratos lo querían así.

Muerto, desnudo y en el centro de todo.

Una madrugada de agosto te escabulliste entre los que lo vigilaban. Ellos dormían, borrachos por las fiestas.

Como pudiste arrastraste su cuerpo hasta tu carro.

Cuando despertaron por el ruido del motor ya ibas lejos. El fantasma de tu papá te acompañó todo el camino.

Jardines amplios (la novela que nunca voy a terminar)

Estoy preparando las macetas. Estoy comprando el abono. Estoy dejando el sol caer y la lluvia mojar el suelo. Estoy escogiendo los colores. Estoy buscando los arboles de frutas y semillas. Estoy sembrando las semillas.

Estoy hablando con las pequeñas plantas todos los días. Les hablo con voz suave y cariñosa. A las plantas hay que hablarles como se le habla a un amante en la madrugada.

Estoy repartiéndoles vitaminas y consejos. Estoy armonizando las petunias con las rosas. Estoy creando espacios completos cubiertos por centavos y garbanzos.

Estoy esperando que el pasto se tupa y que la palmeras crezcan por metros.

Estoy buscando la mejor posición para las bancas y las fuentes, las mesas y los pequeños grifos de los que brotará agua de los pozos, del fondo de la tierra, de muy debajo de estos jardines.

He pasado años trabajando para comprar estas tierras. Peleé con vecinos y soborné a trabajadores del gobierno. Destrocé casas y caminos. Necesitaba un espacio amplio. Necesitaba un espacio amplio para que caminara tranquila.

Estoy vigilando el trabajo de cuarenta jardineros y cincuenta señoras encargadas de transportar cualquier cosa que necesite transporte. A todos los he vestido con ropa blanca que les hace más fácil el golpe del sol. Yo visto una guayabera que mandé a repetir 700 veces para nunca tener que lavar. Unos pantalones cómodos para poder andar con tranquilidad.

Regularmente se me acerca la gente para preguntarme que estoy haciendo. De vez en cuando incluso ella me acompaña y me dice que para qué tanto escándalo.
Los niños me señalan a través de los muros de loroco y se ríen.

Nadie cree que voy a terminar.

Los jardines tardarán mucho en estar listos. Yo veo este proyecto y lo siento pequeño. Quisiera hacerlo aun mas grande.

Este espacio se me hace muy angosto. A este lado falta cola de ardilla y maguey. Por allá, en la parte norte, necesitamos naranjos extra para la sombra del mediodía.

La abrazo cuando viene conmigo. Le digo que faltan muchos años. Pero mi mamá cuando esté flaca va a tener jardines amplios.